Today’s reading from Matthew’s Gospel comes after a discourse in, which Jesus reproaches people who have witnessed his mighty deeds yet still lack belief. In this context, today’s Gospel explains the reason for this unbelief and reveals what is necessary for faith. Today’s Gospel also continues to enhance our understanding of discipleship.
Jesus first prays in thanksgiving to God who has made himself known to Jesus’ disciples. He praises God who has made himself known to the “little ones” and not to the wise and learned. As in other readings from Matthew’s Gospel, a contrast is made here between the unbelieving Pharisees, who are wise and learned, and the faithful disciples, tax collectors, and sinners with whom Jesus keeps company.
The second part of this reading calls to our attention the unity between the Father and the Son. God has made himself known through Jesus, and in knowing Jesus, we come to know the Father. In Jesus’ life and in his person, God reveals himself to us.
The Gospel turns upside down all our common conceptions of God and his Son, Jesus. This gracious God, Jesus says, hides his wisdom from those who claim to be wise and reveals it to the little ones. They are the ones who are invited to bring their burdens and rest in Jesus. How? By joining themselves to his yoke and learning what it means to be meek and humble. This is Good News of today’s Gospel.
Our faith is a process of growing in relationship with God in Jesus Christ through the Holy Spirit. Take time to reflect on those areas in your life in which you chose to live by the Spirit rather than flesh and die.
May the Gospel and readings from this Sunday help us to understand what it means to be and live as disciples of Christ and to find rest and compassion to those who take up his yoke and cross. As we pray: O God, who in the abasement of your Son have raised up a fallen world, fill your faithful with holy joy, for on those you have rescued from slavery to sin you bestow eternal gladness. Through Christ, our Lord. Amen.
Reflexión Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario
La lectura de hoy del Evangelio de Mateo viene después de un discurso en el que Jesús reprocha a las personas que han sido testigos de sus proezas y aún no creen. En este contexto, el Evangelio de hoy explica el por qué de esta incredulidad y revela lo que es necesario para la fe. El Evangelio de hoy también continúa mejorando nuestra comprensión del discipulado.
Jesús primero ora en acción de gracias a Dios que se ha dado a conocer a los discípulos de Jesús. Alaba a Dios que se ha dado a conocer a los “pequeños” y no a los sabios y entendidos. Como en otras lecturas del Evangelio de Mateo, aquí se hace un contraste entre los fariseos incrédulos, que son sabios y eruditos, y los fieles discípulos, recaudadores de impuestos y pecadores con los que Jesús hace compañía.
La segunda parte de esta lectura llama nuestra atención sobre la unidad entre el Padre y el Hijo. Dios se ha dado a conocer a través de Jesús, y al conocer a Jesús, llegamos a conocer al Padre. En la vida de Jesús y en su persona, Dios se nos revela.
El Evangelio pone patas arriba todas nuestras concepciones comunes de Dios y su Hijo, Jesús. Este Dios misericordioso, dice Jesús, esconde su sabiduría de aquellos que dicen ser sabios y la revela a los pequeños. Ellos son los que están invitados a llevar sus cargas y descansar en Jesús. ¿Cómo? Uniéndose a su yugo y aprendiendo lo que significa ser manso y humilde. Esta es la Buena Noticia del Evangelio de hoy.
Nuestra fe es un proceso de crecimiento en la relación con Dios en Jesucristo a través del Espíritu Santo. Tómese el tiempo para reflexionar sobre aquellas áreas de su vida en las que eligió vivir por el Espíritu en lugar de carne y muerte.
Que el Evangelio y las lecturas de este domingo nos ayuden a comprender lo que significa ser y vivir como discípulos de Cristo ya encontrar descanso y compasión para quienes toman su yugo y su cruz. Oremos: Oh Dios, que en la humillación de tu Hijo has levantado un mundo caído, llena a tus fieles de santa alegría, porque a los que has rescatado de la esclavitud del pecado otorgas alegría eterna. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.