Reflection for Corpus Christi
This Sunday we celebrate a second solemnity during this period of Ordinary Time in the liturgical calendar. Today is the Solemnity of the Most Holy Body and Blood of Christ. This day was once called Corpus Christi, which is Latin for “Body of Christ.” In the revised Lectionary the name for this day is expanded to reflect more completely our Eucharistic theology.
Today’s Gospel is taken from the Gospel according to John. The discourse comes shortly after the miracle of Jesus’ multiplication of the loaves and fishes. In John’s Gospel, miracles such as this are identified as “signs” through which people come to believe that Jesus is the Son of God. These signs are followed by dialogue, or discourse that interprets and explains the miracle. In John’s Gospel, Jesus’ multiplication of the loaves is said to have occurred near Passover, thus linking it to the Exodus story and God’s saving action toward the Israelites.
Having seen Jesus multiply the loaves and fishes, the crowd pursues him, perhaps seeking more food but also looking for another sign. Jesus tells the crowd that he is the bread of life. He explains that just as God gave the Israelites manna to sustain them in the desert, so now God has sent new manna that will give eternal life. It is in this context that Jesus repeats those words in today’s Gospel and tells them again that he is the living bread that came down from heaven.
Jesus’ words are not well understood by the crowd; they argue that Jesus is not from heaven but born of Mary and Joseph. The crowd also has trouble understanding how Jesus could give them his flesh to eat. Jesus tells them that when they eat his flesh and drink his blood, they will remain forever connected to him. These are difficult words for many – even disciples, but they are important because they seek to show us our intimate connection with Jesus.
This is the mystery that is at the heart of our Eucharistic theology. In the elements of bread and wine, Jesus’ Body and Blood are truly present. When we share in the Body and Blood of Christ, Jesus himself comes to dwell within us. This communion with the Lord makes us one body, brings us eternal life, and sends us forth to be Christ’s Body in the world.
This Solemnity of the Most Body and Blood of the Lord is a commemoration of the institution of that sacrament. It is an act of gratitude of Christ, who by offering his Body and Blood gave the Church her greatest treasure. As the Lord said in the Gospel: “He is I am the living bread that came down from heaven; whoever eats this bread will live forever; and the bread that I will give is my flesh for the life of world.” As Catholics, we have a privilege to eat and drink his body and blood to satisfy our hunger for live life in him.
(Although we don’t at present partake of the Cup, we understand that when we receive the Host, we are truly receiving both the Body and Blood of Christ.)
May this Corpus Christi celebration remind us of the importance of being fed in the Eucharist as a heavenly banquet for our soul. As we pray: O God, who in the wonderful Sacrament have left us a memorial of your Passion, grant us, we pray, so to revere the sacred mysteries of your Body and Blood that we may always experience in ourselves the fruits of your redemption. Through Christ, our Lord.
Reflexión para Corpus Christi
Este domingo celebramos una segunda solemnidad durante este período del Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico. Hoy es la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Este día fue una vez llamado Corpus Christi, que en latín significa "Cuerpo de Cristo". En el Leccionario revisado, el nombre de este día se amplía para reflejar más completamente nuestra teología eucarística.
El Evangelio de hoy está tomado del Evangelio según Juan. El discurso llega poco después del milagro de la multiplicación de Jesús de los panes y los peces. En el Evangelio de Juan, milagros como este se identifican como "señales" a través de las cuales las personas llegan a creer que Jesús es el Hijo de Dios. Estos signos son seguidos por el diálogo, o discurso que interpreta y explica el milagro. En el Evangelio de Juan, se dice que la multiplicación de los panes por parte de Jesús ocurrió cerca de la Pascua, vinculándola así con la historia del Éxodo y la acción salvadora de Dios hacia los israelitas.
Habiendo visto a Jesús multiplicar los panes y los peces, la multitud lo persigue, tal vez buscando más comida, pero también buscando otra señal. Jesús le dice a la multitud que él es el pan de vida. Él explica que así como Dios les dio a los israelitas maná para sostenerlos en el desierto, ahora Dios ha enviado un nuevo maná que dará vida eterna. Es en este contexto que Jesús repite esas palabras en el Evangelio de hoy y les dice de nuevo que él es el pan vivo que bajó del cielo.
Las palabras de Jesús no son bien entendidas por la multitud; argumentan que Jesús no es del cielo, sino nacido de María y José. La multitud también tiene problemas para entender cómo Jesús pudo darles su carne para comer. Jesús les dice que cuando coman su carne y beban su sangre, permanecerán para siempre conectados a él. Estas son palabras difíciles para muchos, incluso para los discípulos, pero son importantes porque buscan mostrarnos nuestra conexión íntima con Jesús.
Este es el misterio que está en el corazón de nuestra teología eucarística. En los elementos del pan y el vino, el Cuerpo y la Sangre de Jesús están verdaderamente presentes. Cuando compartimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Jesús mismo viene a morar dentro de nosotros. Esta comunión con el Señor nos hace un solo cuerpo, nos trae vida eterna y nos envía a ser el Cuerpo de Cristo en el mundo.
Esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor es una conmemoración de la institución de ese sacramento. Es un acto de gratitud de Cristo, que ofreciendo su Cuerpo y Sangre dio a la Iglesia su mayor tesoro. Como dijo el Señor en el Evangelio: "Yo soy yo el pan vivo que descendió del cielo; el que coma este pan vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Como católicos, tenemos el privilegio de comer y beber su cuerpo y sangre para satisfacer nuestra hambre de vivir la vida en él.
(Aunque actualmente no participamos de la Copa, entendemos que cuando recibimos la Hostia, realmente estamos recibiendo tanto la Mujer como la Sangre de Cristo).
Que esta celebración del Corpus Christi nos recuerde la importancia de ser alimentados en la Eucaristía como un banquete celestial para nuestra alma. Mientras oramos: Oh Dios, que en el maravilloso sacramento nos has dejado un memorial de tu pasión, concédenos, oramos, para venerar los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre para que podamos experimentar siempre en nosotros mismos los frutos de tu redención. Por Cristo, nuestro Señor.